Sutil, de frágil belleza, agazapada entre rocas volcánicas, buscando el sol al tiempo que queriendo permanecer oculta y así sobrevivir. En las laderas de Pico Viejo se dejó ver uno de los tesoros del Parque Nacional del Teide, la Violeta del Teide.
Pequeñas, de hojas ovaladas y alternas que cubiertas de fino «vello blanco» tratan de reflejar la intensa radiación solar que a esas altitudes imperan (2700-3300 m). Las flores de colores malvas con un toque amarillo o blanco en su centro y un espolón que sobresale hacia atrás y los frutos como cápsulas de tres valvas que contienen las semillas.
Así es la Violeta del Teide (Viola cheiranthifolia) que agazapada crece entre las rocas o lapillis volcánicos de las Cañadas del Teide. Endemismo de la isla de Tenerife que, salvo en las parcelas acotadas para su protección, no resulta fácil de encontrar por ser una especie en peligro (vulnerable) debido a otras especies introducidas que la toman como alimento (muflón y conejos). Un plan de conservación trata de recuperarla pero aún su situación sigue siendo delicada y por tanto debe estar protegida (Orden del 20 de febrero de 1991, Gobierno de Canarias). Esto último implica que si te la encuentras, puedes verla y fotografiarla pero, por favor, no la arranques, ni cortes, ni siquiera una flor o una hoja, ni tampoco cojas sus semillas…déjala ahí donde la viste, ¡mírala pero no la toques!
Este tesoro del Parque Nacional del Teide encuentra su lugar en las laderas de Guajara, Montaña Blanca, Pico Viejo y el propio Teide, pero fue en Pico Viejo donde se produjo el encuentro. Premio a la ascensión hasta este pico que, aún por debajo del Teide (3134 m frente a 3718 m), no le tiene nada que envidiar por la belleza y dureza de su ruta.
La ruta elegida de ascensión a Pico Viejo es la ruta 23 de los itinerarios del parque. De las tres posibilidades que hay (ruta 9, 23 y 28), quizás la más interesante.
Esta ruta que parte desde el sendero de los Roques de García te lleva por los distintos tipos de lava, haciéndote pasar por encima de las coladas y entre los «valles» entre ellas, al tiempo que la vegetación colorea el paisaje, sobre todo en primavera. El codeso (Adenocarpus viscosus) y la retama (Spartocytisus supranubius) destacarán por tu abundancia y tamaño vistiendo las laderas del recorrido.
En el camino, aunque duro por la continua ascensión, la irregularidad del terreno volcánico y la altitud, no se deja de disfrutar por las impresionantes vistas que constantemente se tienen…bien merece la pena pararse de cuando en cuando a tomar aire y levantar la vista hacia el gran circo de las Cañadas y hacia el imponente Teide.
El último tramo del sendero enlaza con el itinerario 9 que te lleva a rodear el cráter de Pico Viejo. Llegar hasta aquí bien puede suponer unas 4,5 horas, a paso tranquilo, hasta el mismo borde de este impresionante cráter de 800 m de perímetro y 200 m de fondo, que forma parte del gran estratovolcán Teide-Pico Viejo.
Las erupciones de Pico Viejo hace 27000 años y sus lavas descendiendo por las laderas de Icod son las que originaron la formación de otra espectacular estructura geológica, el tubo volcánico de la Cueva del Viento. Y más recientemente, la última actividad registrada de este volcán tuvo lugar en 1798, emitiendo lava por unos conductos laterales del cono (2659 m) que hoy se llaman las «Narices del Teide» y cubriendo parte del circo sur de las Cañadas (Llano Ucanca). Y es en medio de este panorama volcánico y bajo el desolador efecto de la altitud donde crece la frágil y bella violeta del Teide. Una de las pocas plantas que es capaz de vivir en un lugar como este y florecer…
Las vistas desde Pico Viejo son impresionantes y maravillosas. Por un lado, sobresaliendo, el Pico Teide que se impone aún tras esta dura ascensión, dejando claro su dominio. Por otro lado el inmenso circo de las Cañadas del Teide, bien patente desde esta altitud y donde destacan las coladas de lavas que descienden hacia el Llano Ucanca en su lado sur. Los Roques García persistiendo en su centro, el Alto Guajara que como parte de la muralla que limita al parque se alza, y la extensión llena de historia volcánica y cultural de las Siete Cañadas. También hay vistas hacia las laderas que descienden por el noroeste y oeste de la isla, los Altos de Icod , Garachico o los montes de Chío, con sus lavas negras y pinares imposibles. Y más allá, sutilmente, se pueden llegar a vislumbrar las siluetas de otras islas, La Palma, la Gomera y Gran Canaria que tímidamente asoman.
Aunque no apetece dejar este lugar, toca volver ya que aun quedan unas 3 h de descenso por la misma senda. Si se quiere enlazar con los otros itinerarios (ruta 9 o 28) hay que tenerlo en cuenta antes de empezar, pues es necesario dejar los vehículos repartidos entre los puntos de inicio y final de la ruta, al haber cierta distancia entre ellos, así como calcular bien los tiempos que supondrá realizar el circuito completo.
Esta ruta es dura por el terreno, el desnivel y la altitud. Se debe tener cierta condición física e ir con calzado adecuado (botas de trekking) al tiempo que llevar suficiente agua y avituallamiento. Hay que evitar las horas de máximo calor, llevar protección solar y tener bien en cuenta las condiciones meteorológicas, sobretodo en invierno, cuando además las posibilidades de nieve y placas de hielo pueden hacer necesario equipo adaptado a estas circunstancias y cierta preparación (crampones y piolets). De resto, solo queda ir dispuesto a disfrutarla y a conocer mejor y respetar este impresionante Parque Nacional del Teide.
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