“Es el día de Reyes y acaban de encontrar muerta, atrapada bajo un abeto caído en la zona de la Faja Pelay, a Celia, el último ejemplar de bucardo”
Celia, ejemplar hembra de bucardo o cabra montés pirenaica (Capra pyrenaica pyrenaica), fue el último ejemplar vivo del declive y exterminio de una especie. Pero ¿cómo se llegó a esta situación?
La cronología de lo sucedido se remonta al año 1860, cuando la presión de la intensa caza hace desaparecer al bucardo de la vertiente francesa de los Pirineos. En ese momento, tan solo quedan poco más de 50 individuos en el lado español, número ya muy reducido que apunta claramente a problemas de variabilidad genética.
El reducido número de ejemplares de bucardo se mantiene en las zonas del Parque de Ordesa donde se prohíbe su caza en 1913.
Posteriormente, en 1918 el parque es declarado Parque Nacional, lo que se suponía en un refuerzo a la protección de esta especie. Sin embargo, a pesar de algunas medidas adicionales tomadas, como la de aporte de alimento suplementario durante el invierno, en 1981 el número de bucardos se reduce a solo una treintena de individuos.
¿Cómo ha podido suceder esto?
Como mencioné antes, el número de individuos que quedaban era ya muy reducido por lo que los problemas derivados de la falta de variabilidad genética eran inminentes, traduciéndose en la incidencia de patologías y problemas morfológicos. A esto hay que sumar, además, los efectos de la caza furtiva.
Estas circunstancias conllevan, entre 1990 y 1995, a la inclusión del bucardo como especie amenazada en el Catálogo de Especies Amenazadas (BOE de 5 de abril de 1990, pag 9468) y la puesta en marcha de proyectos para su recuperación (entre ellos un proyecto LIFE), mediante intentos de hibridación con otra subespecie de cabra pirenaica, la Capra pyrenaica hispánica.
Estos proyectos no tuvieron éxito: los ejemplares macho de C.pyrenaica hispánica soltados para que se mezclaran con la población de bucardos no se adaptaron y sobrevivieron poco tiempo.
Llegados a este punto, tenemos que en 1999 muere el último macho de bucardo y a pocos días de comenzar el año siguiente, muere Celia, la última bucarda.
Eso sí, previsores de lo que acaecía, la desaparición de esta subespecie de cabra pirenaica azotada por la caza desmedida y unas medidas de protección y recuperación que no llegaron a tiempo, se tuvo en consideración la conservación de células procedente de la piel de Celia para realizar experiencias de clonación del bucardo.
En 2003, tiene lugar el importante acontecimiento científico de la clonación del bucardo. Se emplea el material genético de las células obtenidas de Celia, conservadas hasta ese momento en nitrógeno líquido, y se transfieren a un embrión de cabra doméstica común (Capra hircus). Dichos embriones son gestados en ejemplares de C. pyrenaica hispánica, o a cabras cruzadas (híbridas de montés x doméstica).
De los aproximadamente 300 embriones que fueron implantados a casi 60 cabras, sólo se consiguieron 7 gestaciones y, únicamente, una llegó a término.
El clon de Celia nació, pero murió a los pocos minutos debido a problemas físicos en sus pulmones. Este sin duda ha sido un importante avance científico que ha generado debate sobre las posibilidades de la clonación en la recuperación de especies.
Hoy por hoy, el bucardo se ha incluido en la categoría “extinta” creada en el Catálogo de Especies Amenazadas de Aragón (2005), lo que conlleva la necesidad de establecer un plan de reintroducción de la especie, “siempre que las condiciones técnicas, científicas y sociales lo permitan”. Ante esto tenemos dos frentes abiertos:
Por un lado, está el Plan de reintroducción de la cabra montés en el Pirineo.
Este plan se basa en un estudio transfronterizo (Francia-España) sobre la viabilidad de la reintroducción de la C. pyrenaica hispánica en puntos valorados como hábitats idóneos. Entre estos puntos estarían el Parque Nacional de Aigüestortes, el Montsec y la Val d’Aran. Francia es la que más interés ha mostrado en llevar a cabo este plan y se ha encontrado con que, a finales de 2012, España se desmarcó del plan, negando su apoyo al mismo.
De forma paralela a esto, está abierto el otro frente, el de la clonación. Las investigaciones científicas han continuado y se están realizando nuevas experiencias de clonación.
Todo esto ha generado gran revuelo entre los partidarios o no de una u otra medida para recuperar esta especie y pretender así reparar el daño causado.
Por mi parte, no soy contraria al avance en las investigaciones científicas en el campo de la clonación y la aplicabilidad de estas técnicas pero, no obstante, no las considero como solución única al problema.
En mi opinión, deben, en todo caso, ser un complemento a las diferentes medidas dentro de un plan de recuperación o de reintroducción de una especie, basado en un estudio minucioso donde se analicen y tengan previstas todas las posibles consecuencias.
¿Por qué digo esto último de posibles consecuencias?
Porque respecto a este tema de reintroducción de especies extintas se me plantean algunas preguntas a las que creo que hay que dar respuesta:
¿Realmente se hace bien al pretender reintroducir una especie a un ecosistema que puede ya haberse reequilibrado?
O, en su defecto, en el que puede haber otras variables que afecten a su equilibrio como son la carencia de depredadores, la extensión del hábitat, etc.
¿Y si queriendo reparar un daño causado provocamos un daño mayor?
Cuestiones parecidas y otras más se plantean en el artículo de es.Materia, “Siete obstáculos que frenan la resurrección de especies extinguidas”, interesante de leer y para reflexionar sobre el tema.
Quizás también, por todas estas cuestiones, es por lo que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ha presentado nuevos criterios para la reintroducción de animales y plantas silvestres. El documento “Guidelines for reintroductions and other conservation translocations” profundiza en los aspectos biológicos, sociales y políticos que subyacen tras los proyectos de reintroducción y translocación de fauna y flora.
En cualquier caso, lo triste es tener que llegar a planteamientos de reintroducción de especies y no tomar medidas a tiempo para evitar esto. La historia de Celia debería de servir de lección aprendida para que no tengan lugar acontecimientos similares, pero lamentablemente no tengo confianza en que esto sea así.
Lo que sí espero es que, cuando visites el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido y contemples su hermoso paisaje, recuerdes y tengas presente la historia de Celia, la cabra pirenaica, y seas sensible al delicado equilibrio de los ecosistemas y al papel que el ser humano juega en ellos.
Por último, te dejo el texto que aparece en un cartel que hay en la entrada del albergue “El último Bucardo”, en Linás de Broto, y que sirve de recordatorio:
“La caza abusiva hace que en 1860 el Bucardo (Capra pyrenaica pyrenaica, Schinz) desaparezca de la zona francesa y en España se limita a los macizos de la Maladeta y el Monte Perdido (Huesca). Hacia 1910 desaparece del Macizo de la Maladeta quedando unas decenas de ejemplares relegados a la zona de Monte Perdido. En 1918 se prohíbe su caza cuando ya quedan menos de 40 ejemplares. En 1994 se inicia el Plan de Recuperación del Bucardo, cuando el número de ejemplares podían rondar la decena. Fue un fracaso. El último bucardo fue una hembra que murió aplastada por un árbol en Ordesa, en los primeros días del año 2000. Fin de una especie, víctima de la desidia humana.”
“Es (era) un endemismo del Pirineo. Tamaño actual de la población: Cero (0)”.
También te puede interesar: